XXXVII

sábado, 10 de marzo de 2012

 

Había dejado de existir el tiempo,
no era posible medirlo porque ya no transcurría,
se había detenido frente al dolor,
se movía lentamente
al latido punzante de la más terrible agonía.


Se desangraba el alma gota a gota,
ya no había donde mirar.
El dolor me carcomía.

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